Los organoclorados afectan a niñas y niños en zonas cañeras

Vivir en una zona agrícola puede causar exposición ambiental crónica e inadvertida a plaguicidas organoclorados persistentes como el DDT y otros. ¿Qué impacto puede tener en la salud esta exposición en los primeros tres años de la vida?
20 Sep, 2023

 

Los plaguicidas organoclorados (OC) son hidrocarburos clorados usados para el control de plagas en la agricultura y en la salud pública para el control de vectores transmisores de enfermedades como el paludismo o malaria; el más conocido es el DDT –incluido en la lista de compuestos restringido desde 1991–, pero también están el heptaclor, el hexaclorociclohexanos, el metoxiclor y el endosulfán. Actualmente están prohibidos el aldrín, el dieldrín y el clordano (1).

El uso de estos productos comenzó en 1945, cuando la Fundación Rockefeller y la Secretaría de Salubridad y Asistencia pusieron en marcha programas piloto sanitario en la zona de Morelos, donde se inició el rociado de casas con DDT, práctica que se generalizó en otras regiones a partir de 1948 (1,2).

En 1971 se publicó en México la “Ley federal para la prevención y control de la contaminación ambiental tomando en cuenta los aspectos ambientales del uso de plaguicidas”, y en 1988 se da a conocer en el Diario Oficial de la Federación la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA), en la que se señala “es necesario realizar estudios de impacto ambiental de toda acción humana que potencialmente puede dañar el medio ambiente”.

Propone que para el control de los plaguicidas se concientice a los consumidores finales sobre los riesgos para la salud y el ambiente que su uso indebido puede generar, así como evaluar la presencia y dinámica de residuos de plaguicidas en el medio ambiente, los alimentos y organismos (3).

Debemos saber que los plaguicidas OC se encuentran regulados por el Convenio de Estocolmo, ya que debido a sus características químicas pueden permanecer en el medio ambiente por 20 años o más. Son compuestos de alta toxicidad y bioacumulables -por ser afines a las grasas- en el organismo humano y de otras especies, por lo que algunos de ellos como el DDT, aldrín, dieldrín, endrina y heptaclor están considerados contaminantes orgánicos persistentes (COP), conocidos como “la docena sucia”.

El Convenio de Estocolmo fue impulsado en 2001 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con el objetivo de proteger la salud humana y el ambiente frente a los COP.

A partir del 2001 la aplicación de algunos compuestos fue prohibida en México, primer país de Latinoamérica que ratificó el Convenio de Estocolmo, en 2003. Este convenio también promueve el uso de nuevas tecnologías para monitorear los plaguicidas.

Debido a que el DDT se degrada a DDE, la relación entre estos dos compuestos se puede utilizar para contar con una estimación aproximada del periodo de su aplicación.

A partir de estos hechos y en congruencia con el principio precautorio, que establece que “no necesariamente la dosis hace al veneno”, refiriéndose a que una exposición, independientemente de que sea “mínima”, puede generar efectos adversos a la salud porque existe la susceptibilidad genética individual, las condiciones socioculturales y la falta de percepción de que es un peligro.

Es por este contexto multifactorial que la exposición ambiental a plaguicidas organoclorados persistentes implica un riesgo para la salud de los niños y niñas, así como de la comunidad, y debe hacerse un esfuerzo por evaluar tanto su presencia como la magnitud en el ambiente, biota y seres humanos pues somos un ecosistema.

Otro tema relevante es que los agricultores desconocen los riesgos que los agrotóxicos implican para sí mismos, su familia y la comunidad. En muchos casos tampoco tienen conocimiento de las alternativas, como la agroecología. El camino es capacitarse en escuelas de campo, comunicación de riesgos y asesoramiento a toda la comunidad.

La vulnerabilidad de los niños

La etapa prenatal es “la ventana de mayor riesgo de efectos adversos a la salud por exposición a plaguicidas”; es la etapa más vulnerable para el desarrollo de la organogénesis, junto con la etapa de crecimiento y desarrollo (los primeros mil días de vida); los impactos de la exposición pueden mantenerse inadvertidos durante años.

Algunas enfermedades que se pueden desarrollar debido a la exposición a plaguicidas son: alteraciones endocrinas que pueden favorecer obesidad, diabetes, hipotiroidismos y otras a asociadas con algunos tipos de cáncer (4).

Las vías de entrada de los plaguicidas son la cutánea, incluida la exposición a la ropa de trabajo, la respiratoria (entre ambas el 77 por ciento de los casos) y la digestiva (14 por ciento). La vía digestiva está muy asociada a actividades como comer, beber o fumar en el trabajo por parte de los trabajadores agrícolas (4).

Diferentes estudios han evaluado la exposición crónica a plaguicidas durante la etapa prenatal y coinciden en que la exposición durante el tercer trimestre de embarazo se asocia con efectos a la salud a corto y mediano plazo, como retraso en el neurodesarrollo en los primeros años de vida.

Ante la necesidad de generar y contar con evidencia científica sobre esta problemática, hemos evaluado la exposición desde la etapa prenatal de binomios madre-hijo y hemos continuado con el seguimiento durante los primeros tres años de vida para conocer su neurodesarrollo y salud general.

Para hacer este seguimiento ha sido necesario conocer los niveles de exposición a plaguicidas durante los primeros mil días de vida, que son la etapa más vulnerable de niñas y niños.

Consideramos prioritario establecer una línea de investigación en salud ambiental infantil; misma que hemos mantenido desde 2015, con autorización de comités de investigación y ética institucional y con consentimiento informado de las participantes en el Centro Pediátrico de Investigación Comunitaria de Morelos, donde analizamos la exposición crónica a plaguicidas organoclorados en madres gestantes y sus hijos hasta los tres años en una comunidad agrícola cañera, donde por medio de muestras en sangre de las participantes en el último trimestre del embarazo y gotas de sangre o tamiz ambiental en el neonato durante su primera consulta se evalúo la exposición a compuestos plaguicidas OC.

Los niños y niñas han continuado en el programa de control del niño sano, estimulación del neurodesarrollo y evaluación por la escala de Bayley hasta los tres años.

Nuestra conclusión es que la exposición a plaguicidas organoclorados se asocia significativamente a alteraciones del neurodesarrollo en los primeros tres años de la vida, lo cual representa un factor de riesgo para la salud de las infancias del lugar de estudio y muy probablemente de lugares agrícolas semejantes. Frente a esto, es necesario tomar medidas para proteger a las familias campesinas de la exposición a este tipo de agrotóxicos.

Bibliografía
1. Centro de Investigación en Pediatría Tlaltizapán, 60 años de historia. 1a. Ed 2016 ISBN 978-607-443-628-0 Ed Intersistemas.
2. Fernández Bravo S, Bertomeu Sánchez JR, Shifter Aceves L. Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México. 20202; n. 60 (julio-diciembre): 257-292. doi: 10.22201/iih.24485004e.2020.60.70144
3. Arellano Aguilar O, Rendón von Osten, Ponce de León Hill et al. La huella de los plaguicidas en México. Greenpeace 2016. https://www.greenpeace.org/static/planet4-mexico-stateless/2018/11/30b49459-30b49459-plaguicidasenaguaokem.pdf
4. Ramírez V, Gálvez-Ontiveros Y, González-Domenech PJ, Baca MÁ, Rodrigo L, Rivas A. Role of endocrine disrupting chemicals in children ‘s neurodevelopment. Environ Res. 2022 Jan; 203:111890. doi: 10.1016/j.envres.2021.111890. Epub 2021 Aug 19. PMID: 34418446.

Rocío Aidee Castillo Cruz y Jorge Rodríguez Reyes
Correo-e: rcastilloc@pediatria.gob.mx

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