El riesgo de enfermar por plaguicidas comienza desde la gestación

La Organización Mundial de la Salud ha definido el ciclo de la enfermedad ambiental: comienza cuando una madre en gestación vive en un ambiente contaminado (por ejemplo, por plaguicidas) durante todo su embarazo, por lo que su hijo nacerá con una serie de desventajas, tales como desnutrición, infecciones y/o problemas neurocognitivos.
20 Sep, 2023

Los plaguicidas son compuestos químicos que fueron diseñados para matar todo tipo de plagas. El enorme problema es que también son tóxicos para el ecosistema y por lo tanto, para los seres humanos. Y no solo para los jornaleros agrícolas que los utilizan, o para los trabajadores del sector salud que los aplican; o para las personas que los emplean en sus casas y sus familias, sino que también, quienes no realizamos ninguna de estas actividades estamos en riesgo de enfermar cuando comemos alimentos o bebemos agua contaminada con estos venenos.

Este niño por lo tanto presentará a lo largo de su vida una serie de dificultades de salud, que se verán acrecentadas si permanece en el mismo sitio. Por ejemplo, infecciones frecuentes como consecuencia del debilitamiento de su sistema inmune; por falta de estímulos son niñas o niños indiferentes; su desempeño escolar es deficiente y frecuentemente padecen desnutrición por la dificultad para acceder a una buena alimentación.

Si se trata de una niña, cuando ésta llegue a la edad reproductiva y decida embarazarse, repetirá el mismo patrón de su madre, cayendo en una espiral que parece no tener fin.

Lamentablemente, los plaguicidas tienen la capacidad de burlar las barreras de nuestro cuerpo. Así que cuando los respiramos, comemos alimentos contaminados con estos agrotóxicos o estamos en contacto con ellos, pueden llegar a la sangre y viajar por todo nuestro cuerpo ocasionando problemas serios de salud.

En el caso de las madres embarazadas, la situación es más crítica pues estos venenos pueden atravesar la placenta y agredir al feto, impidiendo su correcta formación. O inclusive son capaces de producir abortos espontáneos.

Entre las semanas cuatro y cinco del embarazo da inicio la formación del cerebro y de la estructura que dará lugar a todo el sistema nervioso central. Entre las semanas 26 y 27, las células del cerebro trabajan intensamente para terminar de formarlo. Y aproximadamente entre las semanas 30 y 31 del embarazo, el cerebro del feto es capaz de percibir sensaciones del exterior y comienza a tener cierta capacidad de aprendizaje.

El cerebro humano es un órgano muy complejo con una enorme responsabilidad: él controla las actividades vitales, como la inteligencia, la memoria, los movimientos, el sueño, el hambre, las emociones y traduce toda la información que recibe de los sentidos. Así que durante su formación, las células construyen una barrera a su alrededor para protegerlo. El inconveniente es que esta barrera no queda lista sino hasta llegar casi a la adolescencia.

Esto explica por qué se han detectado problemas en el neurodesarrollo tanto en niños que viven en zonas agrícolas, como en aquellos cuyas madres estuvieron durante su embarazo rodeadas de agrotóxicos, principalmente del grupo de plaguicidas organofosforados.

Los problemas en el neurodesarrollo pueden verse reflejados en la cognición, es decir, en el aprendizaje. La capacidad intelectual es la habilidad que tenemos para comprender el mundo que nos rodea y los recursos que tenemos para enfrentar los diferentes desafíos; ésta puede medirse mediante cuatro aptitudes diferentes: 1) comprensión verbal, 2) razonamiento perceptual, 3) memoria del trabajo y, 4) velocidad de procesamiento.

Los niños que están expuestos a plaguicidas muestran una menor capacidad en las tres primeras habilidades. Por ejemplo, tienen dificultades para identificar similitudes (semejanza entre el invierno y el verano); se les complica retener conceptos nuevos; les es difícil formar figuras con material didáctico; les toma más tiempo identificar errores de una figura incompleta o fotografía (un lápiz sin punta, una bicicleta sin cadena, la sombra de un árbol); no les es posible retener secuencias de dígitos y letras. Es decir, su memoria a corto plazo está dañada. Se les complica resolver problemas en los que tengan que emplear operaciones básicas de aritmética. Son inseguros y se les dificulta tomar decisiones.

En resumen, estos niños tristemente tienen una capacidad intelectual menor que la de aquellos que no estuvieron expuestos a plaguicidas organofosforados, ya sea durante su gestación y/o a lo largo de su infancia.

El futuro de estos niños y niñas es incierto. Su sueño de ser tal vez grandes profesionistas, podría no realizarse. Probablemente tendrán que conformarse con una carrera técnica o un oficio. Y no porque éstos sean malos, son igual de importantes y cruciales para nuestra sociedad, sino porque ellos añoraban otros panoramas.

Leticia G. Yáñez Estrada
Profesora investigadora nivel VI
Laboratorio de Género, Salud y Ambiente, Facultad de Medicina
Universidad Autónoma de San Luis Potosí
Correo-e: lyanez@uaslp.mx

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